Historias reales.
“Mi proceso de recuperación ha sido durante mucho tiempo muy difícil. Poco más de un año y medio que pasé sufriendo, día sí y día también ingresada, o en Hospital de Día. Al principio no me quería recuperar, pero luego abrí los ojos y empecé a luchar. Hoy en día ya no hay color de cómo estoy en comparación con esas épocas. Creo que he pasado momentos muy duros, pero me he ido encontrando a mí misma, y no sé como, llegó un momento en el que empecé a mejorar de verdad. Ahora me siento bastante bien, procuro mantener la mente ocupada y soy capaz de comer muchas más cosas. Además, aunque siga teniendo miedo a engordar, estoy mucho más relajada, porque he visto lo bueno de la vida, y que hay más cosas a parte del TCA.”
Actualmente en terapia.


Rosa, 21.
Estoy como una cabra, me doy cuenta que tengo que ponerme las pilas para estar decente para el verano y estar bien mentalmente y de ánimo. Pero no lo hago.


Equinácea Púrpura, 16.
Creo que estoy mejor pero lo quiera o no, la idea de no engordar y el miedo está dentro de mi. En realidad en el momento en que cambian mis planes y me hacen comer en un momento de imprevisto, me estreso mucho.


Margarita, 24.
A veces siento que estoy acercándome más hacia el final de la recuperación pero varía con los días y de repente en otros siento que doy un paso atrás y como que no me acabo de desprender de lo que me preocupa.


Freesia, 19.
My bad days are few and far between, but don’t seem to be decreasing in intensity/frequency. I’m attempting to find patterns but with little success.


Margarita Gerbera, 33.
Creo que bien, soy consciente cuando hago las cosas ‘’mal’’ y las evito. Veo progreso pero hay días más estrictos que otros, al igual que otros más flexibles.


Tulipán, 17.
Siento que estoy en un punto muy inestable e indeciso, en el cual quiero y anhelo la recuperación de mi yo anterior, pero me da miedo salir de este agujero que en cierto modo me da seguridad.


Rosa Abietina, 30.
Si pienso en qué momento estoy en el proceso de recuperación, me posicionaría en un % más bajo que cuando salí del ingreso. Siento mi parte enferma dominando sobre mi parte sana y que, ésta última, no tiene prácticamente espacio en mi día a día. Me siento bastante desesperanzada ahora mismo, siento que el TCA va a estar conmigo siempre. Ahora mismo me domina.


Orquídea, 25.
Tengo miedo dejar ir y no saber quién soy o cómo definirme. Porque si he sido toda la vida la chica perfeccionista, trabajadora, inteligente… ¿quién voy a ser cuando acepte que la perfección no existe, que un día de sofá y manta es más que saludable y que no hace falta ser la primera de la clase para que me acepten y me quieran?
Al final, aprendes a nadar, te conviertes en una experta de todos los estilos y a los ojos de la gente estás genial… pero ¡tú siempre preferiste volar! y es que…¿ya nadie se acuerda?”.
— Primavera, 24 años
Starkskör.
23 años. Mujer. Millennial. Los ingredientes básicos que, combinados con una personalidad perfeccionista y un entorno idóneo, resultaron en anorexia nerviosa. Empecé a desarrollarla el septiembre de 2017, pero no fue hasta enero en el que empezó una caída libre de la que ni yo misma fui consciente.
Agosto de 2017. El ingreso. La gente tiende a pensar que es el período más duro y más oscuro de todos. Pues bien, la gente, se equivoca. El ingreso es el período de relajación, es cuando te dejas llevar, haces lo que se espera de ti y cumples las normas para salir cuanto antes. Para volver a controlar. Porque la anorexia se reduce a eso: control. Control con la comida, con el ejercicio, con el aspecto físico. Porque si te centras en controlar las 24 horas del día los 7 días de la semana, no te queda tiempo para nada más. No te queda tiempo para pensar en el divorcio de tus padres, en el bullying en la escuela o en los miles de millones de problemas que pueden afectar a cualquier persona. Porque hay gente que entra en depresión y otra que desarrolla anorexia.
¿Cuál es el problema, entonces? El problema está en la percepción de la enfermedad. De la misma forma que a una persona con depresión no se le dice “sonríe más” a una persona con anorexia no se le puede decir “come más, que estás muy delgada”. Porque no funciona así. Porque la anorexia, igual que la depresión, es una enfermedad mental. La comida es nuestro mayor miedo y el ejercicio, en mi caso, la vía de escape. Comer es perder el control. El ejercicio es recuperar ese control. Un círculo vicioso que solo me hundía más y más y que parecía no tener salida.
¿Qué hace la anorexia diferente del resto? La recuperación. La recuperación de la anorexia es, y no encuentro otras palabras, una gran putada. Porque cuando empiezas a recuperarte de una depresión el estado de ánimo mejora. Pero cuando empiezas a recuperarte de una anorexia es cuando empiezan los males: afrontas el miedo a comer, la ansiedad se dispara, la imagen corporal se distorsiona, te repugnas a ti misma, los pensamientos oscuros se elevan a la potencia y la lucha constante en saber diferenciarlos de los tuyos es agotadora. Cada día es un maratón en el que parece que nunca ganas. Y sí, hay recaídas, y es en una de ellas en las que toqué fondo. Y no fue por miedo a volver a ingresar, no, eso es algo que incluso llegué a buscar para poder darme un respiro. Fue el miedo a llegar al final del círculo, a morir. Porque, sí, si no comes te mueres. Y esta afirmación tan absurdamente simple tardó dos años en revelarse. Me di cuenta de que el camino fácil era dejarse llevar y rendirse. Pero nunca me he caracterizado por escoger la vía fácil, así que decidí luchar contra mi propia mente. Total, hacia atrás siempre puedes volver.
Hoy, día Internacional de los Trastornos de la Conducta Alimentaria, dos años y casi seis meses después del diagnóstico, siento que estoy en una fase final en la que la comida ha pasado a segundo plano y donde la aceptación, la lucha contra el perfeccionismo patológico y la distorsión corporal han cogido fuerza. Ahora es cuando la anorexia se siente seriamente amenazada y es cuando yo tengo que ser más fuerte. Porque comer ya no me da miedo. Porque sé cuánto ejercicio puedo hacer para que sea saludable. Porque he aprendido a no hacerle caso, a identificar creencias irracionales y a analizar mis propios pensamientos. Porque sé cuándo tengo ansiedad y porqué la tengo. Y sé hacerle frente. Pero es, también, cuando más miedo tengo. Tengo miedo dejar ir a una compañera que ha estado allí cuando me sentía sola y perdida. Tengo miedo dejar ir y no saber quién soy o cómo definirme. Porque si he sido toda la vida la chica perfeccionista, trabajadora, inteligente… ¿quién voy a ser cuando acepte que la perfección no existe, que un día de sofá y manta es más que saludable y que no hace falta ser la primera de la clase para que me acepten y me quieran? Da miedo, sí, pero también curiosidad. Porqué, quizás, ser yo es más que suficiente.